Así fue, Juanita y yo no cabíamos en nuestro asombro, pero una noche de tormenta en la distancia comprendida entre Villarrobledo y el Bonillo, apareció este ser mirándonos con sus profundos ojos rojos, debido al shock que nos produjo (y a que la fotógrafa es la conductora) no pudimos retratarlo.
Es ahora, después de dos meses, cuando hemos cogido fuerzas para inmortalizarle. Algo hay ahí afuera y no tiene buenas intenciones:
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